lunes, 11 de mayo de 2015

MateMagia en 6º A.

El pasado jueves tuve la suerte de poder dar una sesión de MateMagia con el alumnado de 6ºA. En estas sesiones lo que pretendemos es que conozcan la parte más lúdica de las mates, pero a diferencia que en la magia, en una sesión de MateMagia una vez que se hace el truco, juego o chanza se les explica al alumnado para que puedan repetirlos a sus familiares y amistades. 
En el primer juego intenté explicarles cómo se debe cortar una tableta de chocolate para que nunca se acabe, este juego es muy conocido, aunque hay que decirles que es una falacia, esto es, un resultado que a sabiendas que es falso se presenta como verdadero. Aún así lo pasamos muy bien viendo el vídeo de los Azulejos de Jasenson, donde vemos el juego con unos azulejos que simulan una tableta de chocolate.


En esta imagen podemos ver lo atentos que estaba el alumnado al vídeo. Espero que de esta manera se den cuenta que estudiar matemáticas puede ser divertido.


Otro de los juegos que hicimos fue un escondite virtual. El alumnado se escondía en una casa de 9 habitaciones y el matemago los tiene que pillar. Lo sorprendente de este divertido juego es que para poder hacerlo lo único que hay que saber es que los números naturales se dividen en pares e impares, a partir de ahí y con un poco de magia, está todo resuelto. También sirve esta actividad para ver si hay algún alumno o alumna que tenga alguna carencia en algún tema que debería ya conocer.

El juego está preparado para que el alumnado se salve, pero cuando les explico el trasfondo matemático de la actividad entienden que realmente quien ha ganado he sido yo, ya que en todo momento sé en qué habitación se encuentran.
Otra de las actitudes que se pretenden desarrollar con actividades como esta es el trabajo en equipo, ya que muchos de los retos que se les propuso al alumnado necesitaba de la participación de varios de ellos.

Espero que hayan aprendido que las mates no son sólo hacer cuentas, como a veces parece por la rutina de las clases.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Aquí me encuentro, en compañía de Don Manuel, matemático y mago, ilusionista y maestro, aritmético y hechicero. Es jueves, 7 de Mayo, día de luz fastuosa, mañana de complaciente y cautivante calidez costera. El patio, cual fresco paisaje sorollesco, muestra sus encantos, sus reflejos, su atmósfera salina. Es su viveza, continuada y continua, la que atrapa mis sentidos, la que me encadena al recuerdo presente, y a la saludable nostalgia. En un parpadeo, un dinámico y jovial saludo me trae de nuevo al instante, ha llegado la Señorita Mari Carmen y, con ella, la simpatía de la magistral vocación - ¡Muy buenos días!, ¿estáis listos para disfrutar de mi curso? - Mientras tanto, permanezco pensativo, incrédulo de la dicha que me envuelve, de la grata profesión que infunde quien me rodea. Y desde mi profana competencia docente sólo puedo observar atónito, recoger la enseñanza de cada palabra, detenerme en un análisis por segundo.

    Entramos en clase y 6ºA nos regala su juicio inocente, su educada mirada y fantasía mesurada. La Señorita, en una presentación cargada de amabilidad y agradecimiento, nombra a los invitados y da la palabra al insigne protagonista, Don Manuel. Comienza la función.

    Es la línea argumental, es el real efecto científico, a pie de aula, en la interacción con la ingenuidad y la riqueza de un público soberano, de un clima de aprendizaje inmaculado. Los números se suceden y uno quiere desacelerar el tiempo, disfrutar del escenario en una pausa imposible. Esquivo el inevitable desasosiego y me concentro en disfrutar la circunstancia. Me toca absorber la providencia, empaparme de los que saben.

    Gracias, Manuel, genialidad transformada en didáctica adaptada, en capacidad infinita de transmitir tu multidisciplinar bagaje.

    Gracias, Mari Carmen, magna Señorita de sus niños y niñas, dama del comprensivo cobijo, dueña de la renovada formación y pedagogía activa.

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    1. Muchas gracias Pablo por tus palabras. Si he conseguido despertar en tí la llama de la enseñanza y que cuando seas profesor, o mejor todavía, Maestro, te acuerdes de lo que estamos viviendo, me doy por más que satisfecho. Tus palabras me han emocionado.

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